Básicamente hay dos clases de políticos: políticos de derechas y políticos de izquierdas.
Por su obviedad podría parecer innecesario entrar a definir los conceptos izquierda y derecha. Pero que una cosa sea obvia no quiere decir que esté clara.
Pues por eso y porque demasiado a menudo lo que parece más sencillo, acaba siendo lo más complicado, es por lo que conviene dejar las cosas claras desde el principio.
Lo primero que llama la atención, es que para definir la palabra “derecha”, el diccionario, (el que tenía más a mano) necesita tres columnas, mientras que para “izquierda” le basta y casi le sobra una.
Aun aceptando que la definición de “derecha” incluye otras acepciones no ligadas directamente con el tema que nos ocupa, hay que admitir que un dato siempre es un dato.
Entrando ya en las definiciones, el diccionario, entre otras cosas, dice que la derecha es:
“lado de un objeto o cosa material que está situado, con relación a su parte anterior, como en el hombre el costado derecho en relación a la cara”.
Mientras que para la palabra izquierda da la siguiente definición “costado de un objeto o cosa material que está situado en relación a su parte anterior, como en el hombre el costado izquierdo en relación a la cara”. Para terminar añadiendo entre paréntesis “opuesto a la derecha”.
De lo que se desprende que la forma más clara de definir una es en contraposición a la otra.
Pero en realidad y aunque los políticos se empeñen en aparentar lo contrario, lo cierto es que todo eso de las derechas y las izquierdas no tiene mayor importancia.
A estas alturas casi todo el mundo está de acuerdo en admitir que las ideologías han muerto y que lo que cuenta es la práctica.
Así pues, lo que menos ha de preocuparle es el nombre que se les dé, porque vengan de un lado o del otro, ideológicamente hablando, a la práctica todos tienden a converger en un mismo punto, el centro.
Pero si, cómo hemos visto, para explicar los conceptos, izquierda y derecha, lo más clarificador era utilizar uno en contraposición al otro. ¿A qué se puede contraponer el centro?
Pues a nada, porque el centro es, ni más ni menos que:
“el lugar donde convergen fuerzas, acciones diversas, en el que las cosas se congregan o del que emanan, proceden o nacen”. Con semejante definición se entiende la pasión, casi desesperación, que algunos manifiestan por ocupar eso que se conoce como “espacio de centro”, cuando en realidad el centro no tiene espacio porque es sencillamente un punto “elemento del espacio al que no se le atribuye ninguna extensión, sino solamente posición”.
Hete aquí uno de los grandes problemas de la política, que el centro es tan chiquitín, tan chiquitín, que cabe apenas nadie.
Es decir que cuando se habla de “un político de centro” en realidad nos estamos refiriendo al resultado de una simple adaptación al medio y no a un posicionamiento real.
Pero volvamos a lo primario.
La Izquierda
Entre los políticos de izquierdas podemos establecer una primera distinción
- a) los históricos
- b) los reformadores y
- c) los “de pie con el puño en alto”.
Dentro de los históricos cabe establecer un segundo nivel entre los muy históricos, los históricos convencidos y los históricos casuales.
Los primeros lo son, básicamente, en razón de su edad.
De estos, por motivos obvios, cada día van quedando menos, en cambio de los históricos convencidos, también conocidos como “generación de los sesenta/setenta”, los hay y muchos.
Estos se sitúan en la franja de los sesenta años pasador de herbor, y acostumbran a tener en común unos orígenes humildes, pero no tanto como para que en su juventud no pudieran acceder a la Universidad. Allí, en plena efervescencia mamaron toda la sabiduría de gente como Marx, Engels, Sartre, Bakunin y Rogelio, quién por aquel tiempo encarnaba el súmmum de las ideas revolucionarias en primero de derecho.
Todos ellos, Marx, Engels y muy especialmente Rogelio, tenían en común estar mal vistos por el Régimen, cosa que así de entrada ya tenía su gracia.
A falta de mejores alicientes, antes de acabar el primer trimestre ya andaban por las calles defendiendo sus ideas a base de pintadas y corriendo como unos desesperados delante de los “grises”.
Hasta que un día, tal vez porque habían comido demasiado o porque aquel tipo corría que se las pelaba, los acabaron pillando, y antes de que pudieran darse cuenta de lo que estaba pasando, ellos, sus tejanos; sus melenas y sus botes de pintura (en aquel tiempo eso del spray aún no se había popularizado) fueron a parar a comisaría.
Al principio, aquella ficha policial fue un auténtico quebradero de cabeza especialmente para sus padres que albergaban la esperanza de que algún día el niño asentará la cabeza y acabase preparando notarías.
Pero, mira tú por donde, con el paso de los años, aquella misma ficha acabó siendo su mejor aval, a falta de otros mejores, y muchos de ellos gracias a esos antecedentes acabaron ocupando cargos importantes dentro del partido y por consecuencia en el gobierno.
Idéntico resultado final obtuvieron los históricos casuales, aunque sus planteamientos de partida eran otros, que podríamos resumir de la siguiente forma:
. Él/ella.
Si la pareja objeto de deseo era de izquierdas, motivo más que suficiente como para leerse el Capital, pasarse las noches en blanco escuchando la Pirenaica o montarse una comuna en la trastienda del colmado.
. El Levi’s.
Porque sin Levi’s ni Lacoste que echarse por encima, sin Mini o un mal 850 donde montárselo, no les quedaba otro camino para ligar que el de la belleza interior por la vía de la intelectualidad, que de largo funciona mejor cuando viene del lado de la izquierda. Y cómo no.
. El futbol.
Porque si todos los del equipo lo eran, ellos no podían ser menos.
Con el paso de los años, unos y otros acabaron por evolucionar engrosando así las filas de los “reformadores de la izquierda” que partiendo de unos mismos o parecidos orígenes, por el camino supieron dar con la fórmula idónea para cambiar la camisa de franela por el vestido de Hermenegildo Zegna y el dos caballos por el BMV. Porque ya se sabe que los tiempos cambian y las personas evolucionan, aunque no todos.
Los “de pie con el puño en alto”, mantienen una línea de coherencia y fidelidad a sus principios, digna de ser elogiada; más aún cuando una vez finiquitado el período comunista, de la noche a la mañana, se encontraron sin modelos a seguir, y la verdad es que mantener una ideología y unos principios cuando los que se los inventaron hace tiempo que cerraron el chiringuito, resulta extremadamente difícil y por ello más meritorio.
Pero esto a ellos no parece importarles. Para ellos las ideas son lo único que importa. Unas ideas que defiende a base de eslóganes obsoletos, algún que otro exabrupto y una considerable dosis de frustración porque en el fondo, son plenamente conscientes de que su gran problema es haber nacido a destiempo.
La derecha
Lamentablemente el muestrario de los políticos de derechas no es tan lucido.
Por una parte tenemos a los históricos, que al igual que pasaba con los históricos de la izquierda, cada día van quedando menos, ya sea por ley de vida o porque, tras un proceso de profunda introspección, en su momento llegaron a la conclusión de que lo mejor que podían hacer, por el bien del país pero muy especialmente por el suyo propio, era iniciar un proceso evolutivo de gran calado, que en algunos casos les llevó a fundar partidos profundamente democráticos a los que se entraba por estricta recomendación.
Afortunadamente la derecha cuenta con “los chicos que prometen” que acostumbran a ser hijos de buena familia, han estudiado la secundaria en los Jesuitas y el bachillerato en el extranjero. De cosas como la precariedad laboral o el paro, solo saben por referencias.
Son más o menos jóvenes, tienen ganas, mucha prisa por subir y por eso prometen lo que pueden prometer y lo que no pueden también lo prometen; porque prometer que no quede.
A partir de aquí todo político que no encaje exactamente con estos modelos, pertenece al grupo de los otros, de largo el más numeroso y surtido. Entre ellos, por su número y repercusión a todos los niveles, cabe destacar a
Los nacionalistas
Tal como está dibujado el mapa político de este país y debido en parte a la complicada aritmética parlamentaria muchos partidos se vieron en la necesidad de abrir sus correspondientes sucursales autonómicas.
Pero eso de ir de sucursal no es cosa que agrade a todos, los hay que prefieren ir por libre y montarse la barraca por su cuenta, estos conforman el grupo de los nacionalistas.
Independientemente de la base ideológica con que se identifiquen y la nacionalidad de procedencia, la gran diferencia entre ellos, reside en la forma como ponen de manifiesto su sentimiento nacional y el énfasis con que lo hacen.
Partiendo de estos parámetros, los nacionalistas pueden clasificarse como los Bricks de leche: entera, semi y desnatada.
Los primeros son aquellos que, para defender sus posiciones, tienen tantos argumentos y tan densos que con el paso del tiempo acaban siendo perjudiciales para la salud. Tal sería el caso de los llamados independentistas, sin duda los menos sucursalistas de los no sucursalistas.
En el grupo de los nacionalistas desnatados se englobaría un amplio conjunto de políticos que no constituyen una especie en sí mismos ya que en realidad sus sentimientos patrios no van más allá de la simple adaptación al medio, fruto de la matemática parlamentaria que es la que, en un momento dado, les hace aflorar sus sentimientos más profundos. Tan profundos que hasta ese momento ni ellos mismos conocían.
Entre estos cabe destacar los nacionalistas interesados, también llamados nacionalistas íntimos que mantienen las manifestaciones de su sentimiento patriótico limitadas al ámbito más íntimo en un círculo de relación extremadamente reducido, de manera que cuando estos sentimientos afloran la sorpresa es mayúscula. Cuando este despertar patrio tiene lugar por ejemplo, un 11 de septiembre en Catalunya o en un encuentro de aizcolaris en Bilbao es cuando al nacionalista desnatado además de íntimo e interesado se le añade el atributo de folclórico.
Por último, dentro de este grupo, debemos señalar también a aquellos políticos que no son ni muy nacionalistas ni demasiado poco, los semi, que tienen como principal característica estar siempre a bien con todo el mundo y por tanto ser criticados por todos.
En abierta competencia con los nacionalistas, por lo que hace a su número, se sitúan los “cómo quien no quiere la cosa”, un grupo mucho más numeroso de lo que cabría imaginar y que posee la curiosa habilidad de ir pasando, evolucionando dirían ellos, de una línea de pensamiento cercana al comunismo hasta la derecha de más a la derecha y viceversa. Y eso lo hacen así, como quien no quiere la cosa, sin que se les caiga la cara de vergüenza y lo que es aún más sorprendente sin que nadie se lo eche en cara. Para cerrar este apartado, y a título meramente anecdótico, cabe referirse a los minimalistas. Que tienen como principal y única característica la escasa dimensión de su proyecto que suele ser directamente proporcional a lo exiguo de su presupuesto.
Pero independientemente del lugar que ocupen dentro del arco parlamentario, la principal característica de los políticos es que, igual que sucede con los turistas, las ovejas y muchos insectos, ellos tampoco acostumbran a actuar como unidades aisladas, sino que tienden a unirse formando grupos, que en este caso, reciben el nombre de partidos que es a donde hay que llegar si se quiere entrar en política.
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