No sé si estáis muy al tanto de las noticias, pero en cualquier caso, tengo la impresión de que hasta los más despistados ya sabréis que este año nos cae la Dios, en forma de urna. Es igual si vives en Zamora o en Sant Feliu de Pallerols , donde estuve el pasado sábado. He de apuntar que he de hablar de eso. Hace tiempo me tocó estar en una mesa electoral, para unas europeas, que ya por si interesan poco y además recuerdo que cayo tormenta espectacular. Aburridos como estabamos los miembros de la mesa alguien comentó que era una suerte que aquel año solo hubiera aquella votación porque, al menos eso dijo aquel señor, apoderado del PP, cuando “te toca” te toca para todo el año. De ser cierto como este año “te toque” has pringao. Espero no ser la “afortunada”.
Enmedio de este ambiente tanpolitizado y habida cuenta de que, no sé muy bien el motivo, pero en Amazon el libro “Política Aplicada” es el que peor funciona he decidido pasar de hacerme millonaria con él y compartirlo directamente así, de paso, saco más tiempo para otros menesteres porque estas semanas y las que vienen ando un poco apuradilla.
Aunque si se da el caso de que algun despistado lo quiera adquirir, (cuesta menos que un bocata mini con café) abajo os dejo un enlace.
POLITICA APLICADA
Como hacer un líder incuestionable de un tipejo cualquiera
Principios básicos
Siempre he pensado que la mejor, por única, forma de empezar algo es precisamente por el principio:
¿Qué es un político?
Cuando se buscan respuestas claras, breves y concisas casi siempre lo más práctico es acudir al diccionario y la verdad es que en este caso breve sí que fue.
“Político: dicho de una persona: que interviene en las cosas del gobierno y negocios del estado”
Una definición cómo esta encajaría perfectamente con un diputado, alcalde o concejal, pero también podría serle de aplicación a, por ejemplo, un empresario avispado incluso a un funcionario, al fin y al cabo hay muchas formas de intervenir en las cosas del gobierno. ¿Los convierte eso en políticos?
Personalmente creo que no.
Cuando pensamos en político la imagen que nos viene a la cabeza es otra, tan clara como imprecisa, así que después de darle unas cuantas vueltas al asunto, al final llegué a la conclusión de que la definición que más se ajustaba a lo que normalmente se entiende como político era esta.
Persona que independientemente de su edad, sexo o condición, en un momento determinado decide hacer de la política su forma de vida.
Pero entonces aparece una nueva pregunta:
¿Porqué pudiendo ser ingeniero, economista, abogado, electricista o sexador de pollos, porqué, alguien en su sano juicio, habría de querer meterse en política?
Normalmente esto ocurre por alguno de los siguientes motivos:
- a) antecedentes genético/históricos,
- b) búsqueda de nuevos alicientes y
- c) La cosa práctica.
El primero se corresponde con aquellas personas que desde la más tierna infancia, han vivido en un entorno de alto contenido político, fuera el que fuera ese contenido, porque en realidad eso no tiene mayor importancia.
En estos casos lo que cuenta no es tanto la idea sino cómo les llega, y los biberones que en su día tomaron esas dulces criaturas, tenían un alto contenido ideológico; bien fuera porque el abuelo era de la FAI o porque sobre la mesita del recibidor tenían la foto de papá recibiendo la medalla al mérito en el trabajo, de manos del Generalísimo.
El siguiente factor a considerar es la, llamémosla, búsqueda de nuevos alicientes; algo que suele estar directamente relacionado con la edad del sujeto.
Habitualmente las personas que entran en política buscando encontrar en ella una vía a través de la cual canalizar sus inquietudes, acostumbran a situarse en dos períodos muy concretos de la vida: la juventud y la cierta edad.
La juventud es una etapa que se caracteriza, entre otras cosas, por el amor a los deportes de aventura, la búsqueda de nuevos horizontes y la disponibilidad de tiempo. Tiempo que se puede dedicar a la lectura de prensa y libros de alto contenido ideológico o a actividades de ocio tales como por ejemplo: manifestaciones, repoblaciones forestales, huelgas, caceroladas, encierros diversos, ocupaciones y/o sentadas.
Actividades éstas que solo pueden llevarse a cabo cuando uno es joven y no está obligado a dedicar su tiempo a asuntos tan triviales como sacar los hijos adelante, pagar la hipoteca o asistir a tediosas reuniones de la asociación de padres/madres o madres/padres, no sea que alguien se enfade.
Pero, si alguna característica tiene el tiempo es que no hay quien lo pare, por eso tarde o temprano los hijos crecen y las hipotecas se acaban o no, porque hoy en día tal como están las cosas lo más normal es que los hijos crezcan pero no se vayan y las hipotecas se amplíen a la siguiente generación, pero eso son pequeños detalles en los que ahora no entraremos.
En cualquier caso siempre llega un momento en que las cargas personales tanto familiares como profesionales se hacen más llevaderas y la vida parece ralentizarse. Una etapa que suele coincidir en el tiempo con la mal llamada “cierta edad”.
En este período es frecuente sentir un extraño vacío interior que cada cual intenta llenar de contenido como buenamente Dios le da a entender.
Los hay modestos que se conforman con sacar el polvo a las viejas colecciones de cajas de cerillas, sellos o dedales. A otros no les basta con eso y optan por jugarse el físico o la pensión haciendo footing o jugando al bingo.
Algunos, de repente, descubren que su auténtica vocación es la literatura y se pasan el día amenazando a parientes y conocidos con la lectura íntegra y posterior comentario del último capítulo de su novela. Novela que con un poco de suerte ya no estarán a tiempo de publicar.
Los menos se empeñan en aprender a tocar el clarinete y otros, sin duda los más peligrosos, se lanzan al campo del pensamiento; se apuntan a la Universidad a distancia, les da por el esoterismo, la religión, o en el peor de los casos, pretenden dar rienda suelta a sus inquietudes metiéndose en política, con la misma fe y convicción de quien va al Bingo.
Pero a pesar de lo loable de estas iniciativas, éstas no suelen ser motivo suficiente como para meterse en política, al menos hasta el punto de hacer de ella una forma de vida.
En realidad el principal y casi único motivo para entrar en el mundo de la política y seguir en ella, es que hacerlo resulte práctico.
Práctico, por ejemplo, para conseguir una recalificación de terrenos, para colocar a los niños en la escuela que uno desea, para ver el Barça desde el palco y de gorra, o también, por qué no, para conseguir un aumento de sueldo.
Una posibilidad ésta que toma especial relevancia cuando el sujeto en cuestión pertenece al sector público, con mucho, la principal cantera de la clase política y eso no es por casualidad.