Amigos, conocidos y saludados … «el prusés»

Hay una cantinela que se repite dia sí y dia también especialmente por parte de una joven morena con media melena, que no es muy buena con los números, y que afirma que en pocas ocasiones «canta» el himno español y  nadie se lo ha echado en cara, dice

Obviamente no me hago responsable de la rima.

Bueno pues esta política en cuestión, porque es política, ella y otros muchos, gustan de utilizar el argumento de la fractura social en Catalunya especialmente durante las pasadas fiestas de Navidad, muy marcadas por unas elecciones impuestas que además no salieron como los impositores esperaban.

«El Prusés  está rompiendo amistades e incluso familias»   dicen ….

En fin, El tema familia lo dejo al margen porque, que levante la mano el que alguna vez no haya sentido vergüenza ajena ante  las ocurrencias de la cuñada, celebrado el divorcio de la hermana solo que por perder de vista el cuñado, o la que sigue aun preguntándose, cuarenta años después, ¿qué cñ vio el niño en semejante lagarta?

A mí me ha interesado más el tema amistad.

Sinceramente, yo creo que la amistad al igual que sucede con la maternidad, la realización personal, o la paz en el mundo, son conceptos que están sobrevalorados, principalmente porque nuestra escala de valores respecto de la amistad  no ha sabido adaptarse a los tiempos que corren.

Por ejemplo: imaginemos que quieres comprar un sillón de relax, un Hommer cómo se les conoce. Siguiendo los consejos de tu sobrino entras en una plataforma de esas donde la gente vende cosas de segunda mano y patapam lo primero que te piden es que te registres y para ponértelo fácil te sugieren, muy amablemente, que lo hagas con tu usuario de Facebook. Tu ,inocente, te registras en Facebook porque tu sobrino te ha dicho que eso te facilitará mucho la vida. Como  tu cabeza está focaliza en el sillón de relax, sigues los pasos sin fijarte mucho en lo que haces y cuando te das cuenta le has dado click al punto ese en que Facebook te ha preguntado si querías hacer partícipes a toooodos tus contactos de la buena nueva de tu entrada en FB.

Amigo, la cagaste!

Porque ahora todos, desde la secretaria del notario hasta el transportista de Ikea  pensaran  que, no solo ellos pueden ser tus amigos, sino que tú quieres serlo y eso es lo malo.

Llegados a este punto o acabas como mi suegra, completamente feliz en su ignorancia porque el martes la felicitaron tropecientas mil personas a través de su cuenta de FB o pones orden en tu vida y en especial en tu agenda.

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Pero en realidad el problema de fondo es saber  discernir o poner en su justo valor las amistades. Una cosa es la gente que te cruzas en la panadería o  la señora que pasea el perrito por el mismo recorrido por donde tu paseas el tuyo.  Esas son amistades de “buenos días” “hay que ver que frio hace hoy” o “qué monada”. Esa señora cuya monada de  perrito lleva cosida al collar una banderita española (con gallina) difícilmente, quiero pensar, estará en el mismo nivel de relación que ese vecino de localidad con el que llevas coincidiendo desde hace ya catorce temporadas, y con quien has compartido la pasión de Tosca, el pederasta Pinkerton, o el incomprensible argumento de los Nibelungos. Que tengáis todo eso en común no implica necesariamente que tus ideas políticas sean las mismas, o que aun siendolas, veas las cosas y los políticos de igual manera, o que aun siendo así estéis obligadas mantener esa unidad de criterios inamovible a lo largo del tiempo.

Por eso digo que lo de la amistad está sobrevalorado o quizá mal evaluado.

¿Porqué una amistad profunda solo puede serlo si cómo el whisky tiene al menos 15 años en barrica? ¿Porqué ha de ser más intensa y gratificante una amistad con esa persona que veo a diario que otra con la que “solo” me unen unos pocos e-mails al cabo del año? ¿Es justo utilizar la vara de medir del tiempo para encontrar el valor de la amistad? ¿Es menos sincera una amistad cotidiana que esas que son como el Guadiana y que van vienen a lo largo de una vida?

Cñ! Qué trascendente me he puesto, será que hoy llueve y llueve de verdad que buena falta hacía.

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