Pues a eso había ido yo a Granada, a comprobar como cuan engañada me tenía el pasado.
Que algo, persona, animal o cosa te impresione a los catorce normalmente no produce el mismo efecto pasados unos…. bueno unos pocos cuarenta años. Buff, lo digo y me cuesta creerlo, pero si así es. Cuarenta y tres años para ser precisos.
Pues a pesar de ello, a pesar del tiempo, de la lluvia, a ratos torrencial; de los turistas en número de muchísimos.
– Pues hoy hay pocos – repetia una y otra vez nuestra guia.
A pesar de esos pesares y algunos más, cuando entré en la llamada sala del trono y levanté la mirada al techo, me sentí casi como esa cria de catorce años que apenas entendía nada de nada pero que creia saberlo casi todo.
Sí, con lluvia o sin, la Alhambra sigue siendo una maravilla, y ahora con la perspectiva de los años y habiendo recorrido algo más de mundo sigo sin poder encajar aquella obra de arte con algunas particularidades poco digeribles; al menos para mi, de la cultura árabe actual
Pasamos la mañana entre el Generalife, la Alcazaba y los palacios Nazaríes, cerca de tres horas haciendo el turista, suerte que me llevé el equipo suizo, es decir plumon fino, chaqueta impermeable y unas fantasticas botas que compre en rebajas totalmente impermeables y muy muy abrigadas. Una de esas cosas que antes de salir piensas. ¿No me estaré pasando?
Pues no, no me pasé. A pesar de ser un verdadero fastidio la lluvia también tiene cosas buenas y es que gracias a ella pude fotografiar los leones sin el correspondiente turista apoyado en él. Todo porque en la reciente restauración, también se repuso el pavimento circundante y a algún genio, que de esos los hay en todas partes, tuvo la gran idea de poner marmol fino y pulido, a la primera lluvia un turista alemán se pegó el gran leñazo y desde ese día cuando llueve los leones se quedan solos y tranquilos, ellos contentos y yo más.
Como siempre hay va un video con las fotos de esa visita. Espero que os guste y atención a la música.